hay momentos que te quedan en la cabeza para siempre. Llamadas que te quedan grabadas pase el tiempo que pase. Un tenemos que hablar de una pareja, un nos encaja tu perfil, empiezas el 1 de julio. Un nos interesas, ¿podrías venir a una entrevista personal? Y, por supuesto, una de las que he tenido yo. Un “te llamo para convocarte al curso de perro guía”.
Así ha sido. Ayer por la mañana me llamaron para convocarme a un curso en la Fundación ONCE del Perro Guía. Y, la verdad, después de llevar todo el día escribiéndolo, contándolo; sigue costándome creérmelo. La adrenalina ya pasó, ya me conozco la sensación y los preparativos, lo viví hace menos de dos años. Pero, sin embargo, ahora que no parece que vaya a haber una pandemia por medio que se lo cargue y que está tan, tan cerca, es algo que parece que tocas con la puta de los dedos y que, esperemos, no se aleje. Toquemos madera, tres veces, como alguien me diría.
Recuerdo la primera llamada para convocarme a un curso. Me pilló en medio de una clase de Análisis de Políticas Públicas. Una clase en la que me llamaron tres veces al móvil y donde lo único que pensé fue “este profesor va a pensar que soy gilipollas”. Nada más lejos de la realidad (y saludos para él, abrazo, Manuel). Y recordaré toda la vida esta. En la redacción de Servimedia, entre teletipo y teletipo, viernes por la mañana, esperando las tres de la tarde para salir hacia el fin de semana.
Y llegó la llamada. “Hola, te llamo de la FOPG. Es para convocarte para venir a por un perro guía el día 11. Será una semana aquí, y, luego, algo más en tu casa. ¿Te interesa? ¿Estás vacunado?”
Así que en esas estamos. Preparativos, de nuevo. Recuperar comedero, colchón y ese tipo de cosas que me serán necesarias para tener al perro en casa, y, ¡a por él!